Mi nueva palabra favorita: Orgasmicidad

¿A poco no es genial? Orgasmicidad: La capacidad de tener/alcanzar el orgasmo (porque no todos ni todas la tienen o la saben desarrollar).

Pero, hay otras palabras que no sólo son interesantísimas sino que me pregunto cómo es que hasta ahora me entero de su existencia.

Una de éstas es “Spectatoring”, aunque no tengo muy claro cómo se traducirá al español: ¿Espectadorsismo? ¿Espectadoreando?. En todo caso, se trata ni más ni menos de uno de los errores más graves – y más comunes – a la hora de hacer el amor.

Resulta que en 1970, una de las parejas pioneras en el estudio de la “respuesta sexual humana” (así dice Wikipedia) acuñó dicho término pero, por lo visto, tuvo poco eco y, realmente, no entiendo por qué.

Esto del espectadorsismo – o como sea que se diga – tiene que ver con el estar tan pendiente de uno mismo– de nuestro cuerpo, de nuestro actuar – al momento de tener relaciones, que acaba por darle al traste al placer

Es decir, en lugar de concentrarnos en lo que estamos sintiendo y deseando, nos la pasamos viendo, en pleno rol de espectador de película mala, qué hacemos y cómo lo hacemos, no para disfrutarlo, sino para juzgarlo. Así que, como pueden imaginarse, de alcanzar el orgasmo ni hablar. Estamos tan distraídos haciendo la reseña de lo malo, de las fallas y los supuestos errores que cometemos, que no hay manera de pasarla bien.

Pero además, parece ser que a las mujeres nos cuesta más trabajo eso de concentrarnos en el disfrute a la hora de estar en plena faena amorosa. Esto ocurre incluso en estudios con ratas: Los machos se distraen poco una vez que han comenzado mientras que a las hembras una simple botana las hace olvidar en qué estaban.

Ahora bien, esta situación tiene una clara solución: el “mindfulness” (que se traduce algo así como la “atención plena”). Así que, aunque se oiga a discurso esotérico new age (con todo respeto a éstos), tenemos que practicar el aquí y el ahora incluso a la hora de coger.

Esto nos permitirá resolver también otro error propio del género: La menor claridad para reconocer la respuesta de nuestro cuerpo en general – y de nuestros genitales en particular – a los estímulos sexuales.

En efecto, parece ser que hay un desfase entre lo que nuestro cuerpo siente y lo que nuestra mente cree que sentimos. Uno dice “rico, ya hasta estoy lubricando” mientras que la otra opina que “el programa de televisión está mucho más entretenido que el cristiano que tengo encima”.

Así que, por qué no dejar de ser espectadoras juiciosas y prestar mayor atención a lo rico de nuestras sensaciones. Cambiemos el “para, que yo no tengo ganas esta noche” por muchos y muy variados “qué tal si hoy …”.